y sin embargo no me alcanza
ni la metáfora ni la anécdota
para narrar la tormenta
que desata mi estómago
y anuda mi garganta
en la última noche cierta
del universo,
en el viento solar que cambia
de lugar las sombras,
descubriendo nuevamente tu mirada
y el miedo que estremece a los niños
en su forma de lobo.
La luna muestra sus dientes,
se ríe de nuestro amor
porque también lo siente
y sabe que somos esto,
que no había otra manera
de despertar al otro día
siendo ochenta años más viejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario