sábado, 10 de noviembre de 2007



y que a veces el no saber
me defrauda
con su casco de arena,
si tan solo hubieses oído
el dolor de tus abrazos,
mi mar ya sería cielo:
no me digas con tu piel
la espuma del no entiendo.
Cayendo en un día desnudo,
las caras
salvajes
del dominio empetrolado
estallan y escuchan tranquilas.
Hay un capital de enlaces caprichosos,
que ruedan
en vigilia
de un río atontado
gastado
de cartón;
nuevas olas relatan mi superficie
azotada
y es mi verso tu empalago,
mi caricia,
su voz.

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