uno,
dos,
tres,
yo sé contar hasta cien.
quise apoyar la cabeza
para dejar que corran las lágrimas
que empapan mis letras
de recuerdos de tu boca
y mi niñez;
el sutil sonido de la aguja
corriendo los segundos,
estirando al tiempo que me mata
sabiendo que te destruyó
como ahora soy lluvia
escuchando tu voz entre mis calles de agonía;
yo ya no sé hacer otra cosa.
cuatro, cinco, seis.
yo sé contar hasta cien, abuela.
2 comentarios:
y de repente... ¡cien... toúno!
y todos se quedaron helados.
(que te vuelva la internés, anita)
me gusta el lugar para descansar
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