viernes, 8 de agosto de 2008
es tu humanidad tan exquisitamente predecible
que se duerme entre mi pelo
y los espacios entre los dedos
de los pies,
entre las cejas remendadas
por botones de tu piel
destruyendo las barreras de la sangre
y de canela con el té,
cae sobre el suelo de merienda
y lo absorbemos por la sien
o tu mirada
o un canapé
que se esconde entre el arroyo acurrucado,
entre los mármoles del tiempo que tardaste
en volver a caer,
como una luna en mi bañera
cada noche de febrero
una tarde de fiebre
y de agujas de marfil.
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